La hazaña lograda por Carlos Sainz en esta edición del Rally Dakar, donde ha alzado su cuarto trofeo Touareg, suscita numerosas cuestiones en torno a las claves de su victoria, fundamentalmente porque la ha alcanzado a los 61 años.

En este sentido, cabe aclarar que los perfiles longevos no son una rareza en el mundo del motor. El piloto francés Jean-Louis Schlesser ganó su segundo Dakar con 51 años tras alzarse con el triunfo también en el año anterior.

Por su parte, Sébastien Loeb ha estado disputando este rally africano a Sainz hasta el último momento a sus 49 años y el argentino Juan Manuel Fangio ostenta la distinción de campeón más viejo de la historia de la Fórmula 1, compitiendo hasta pasados los 46.

Con todo, ninguno se acerca al caso del español, campeón de esta edición del Dakar a los 61, pero que ya lo fue a los 47 y a los 55.

En opinión de los que tratamos deportistas, el mérito de Sainz reside en dos cuestiones; una física y otra mental.

Por un lado, los avances en los planes de entrenamiento, los programas nutricionales, los patrones de sueño y descanso, el papel protagonista de la fisioterapia, así como la progresión que se ha producido en el campo de la medicina deportiva al preparar y recuperar a los deportistas de sus lesiones han contribuido a alargar la vida profesional de los deportistas.

Aunque los especialistas del piloto madrileño sin duda aplican todas estas mejoras, ninguna de ellas justifica por sí sola el carácter excepcional de la trayectoria de Sainz.

Según su entorno, el doble campeón del Mundial de Rallys entrena todos los días, sin excepción. Esta constancia es clave para explicar su excelente forma física, ya que a medida que vamos cumpliendo años, nos cuesta más mantener un rendimiento deportivo óptimo, entre otras cosas porque los tiempos de recuperación son más prolongados después de hacer un gran esfuerzo y porque esta forma física se pierde de manera más brusca y rápida en caso de hacer parones o descansos.

En opinión de los que tratamos deportistas, el mérito de Sainz reside en dos cuestiones; una física y otra mental.

Conscientes de este factor y del hecho de que el cansancio y la falta de forma puede pasar factura a funciones cognitivas vitales para practicar su deporte, como la atención, la concentración y la planificación de la estrategia, Sainz sigue un plan de entrenamiento que contempla tanto la fuerza como la capacidad aeróbica que le permiten soportar la frecuencia cardiaca mantenida de 140 pulsaciones por minuto durante horas, con picos de 170; plan que cumple a rajatabla durante todo el año para mantenerse en buena forma.

Por otra parte, el factor quizá más relevante y el que de verdad explica los resultados de Sainz, es su fuerza mental. Según algunos estudios, los deportistas veteranos se mueven esencialmente por motivaciones intrínsecas relacionadas con el placer de hacer deporte, superarse a sí mismo y gozar de buena salud que los más jóvenes, a los que les motiva más el componente extrínseco de colmar su ego al imponerse sobre sus competidores, alcanzar el reconocimiento profesional o ganar trofeos.

En definitiva, el perfil del deportista más mayor, orientado a trabajar la perfección y a buscar la maestría en su actividad, redunda en una mayor autoconfianza y en un mejor control sobre la ansiedad y el estrés, factores emocionales que finalmente marcan la diferencia entre un gran deportista y uno excepcional, como es el caso del Carlos.